Martes de la Segunda Semana en el Tiempo Ordinario
Memoria opcional de San Sebastián, Obispo y Mártir
Lecturas del día: Hebreos 6:10-20; Salmo 110:1-2, 4-5, 9-10c; Marcos 2:23-28
Readings of the day: Hebrews 6:10-20; Psalm 110:1-2, 4-5, 9-10c; Mark 2:23-28
Di esta homilía en la Parroquia San Juan de Dios, Santa Marta, Magdalena, Colombia. This homily was given at San Juan de Dios (St. John of God) Parish, Santa Marta, Magdalena, Colombia.
¿Alguna vez ha estado difícil mantener su paciencia? ¿Hay situaciones viviendo nuestra fe o en nuestras relaciones los unos
con los otros en que mantener la paciencia es un desafío? ¿Una vez o varias veces alguien nos ha prometido algo, y ha cumplido su
promesa solo después de un tiempo largo o nunca ha cumplido su promesa? Esto también desafía nuestra
paciencia.
Dios se presenta notablemente en nuestra primera
lectura, de la carta a los Hebreos, como alguien que siempre y a través de
mucho tiempo nos hace promesas. Dios había prometido a Abraham: “Te llenaré de
bendiciones y te multiplicaré abundantemente.” Tal vez conocemos la historia de
Abraham: Paso mucho tiempo antes que cumplió su promesa de dar a Abraham y Sara
un hijo; una descendencia.
La lectura que escuchamos hoy nos invita de
mantener nuestra paciencia con Dios. Nuestro Dios sí ha cumplido con su promesa
a Abraham de darle una descendencia. Abraham está reconocido como nuestro
antepasado en la fe porque mantuvo siempre su paciencia con Dios; su esperanza que
Dios, eventualmente, cumplirá su promesa a él.
Como a Abraham, Dios nos ha hecho una promesa. Es
la promesa de siempre ser presente con nosotros. Por una parte, Dios ha
cumplido con su promesa. Ha enviado su Hijo, Jesucristo, a vivir, a morir, y a
resucitar de entre los muertos. Es la promesa ya cumplida en que habla nuestro
Evangelio de hoy, de San Marcos. Jesucristo está con nosotros, el Señor del
sábado; el creador y redentor Dios hecho ser humano como nosotros. Por otra parte, estamos todavía. Por otra
parte, esperamos todavía el cumplimiento de la promesa de Dios empezada por la
vida, muerte, y resurrección de Jesucristo. Esperamos todavía la venida
gloriosa de Jesucristo al fin de los tiempos.
En la época en que se escribió la carta a los
Hebreos, algunos Cristianos habían perdido su paciencia; su esperanza en la
segunda venida de Jesucristo. Era una época de persecución intermitente contra
estos primeros Cristianos. Entonces podemos entender como, después de varios
años en que Jesús no había regresado para tomar fin a esta persecución y a
establecer su reino definitivo en la tierra, algunos de estos Cristianos habían
perdido su paciencia; su esperanza; tal vez su fe.
Pero nuestra primera lectura de hoy comparece a la
paciencia; la esperanza; la fe que Dios nos invita a mantener con una “ancla del alma.”
El otro día, fui a caminar aquí a la Marina de Santa Marta. Vi a varias barcas
con pescadores que habían bajado sus anclas para pescar. Ser pescador debe ser
uno de las profesiones que necesita lo más paciencia, ¿Sí o no? No obstante este día estaban
varios pescadores con sus barcas ancladas en nuestra marina.
Dios nos invita hoy de
tener la paciencia; la esperanza de pescadores en nuestras vidas de fe. Dios
nos invita de tener entonces bien ancladas nuestras almas: Jesucristo vendrá;
el reino de Dios vendrá. Esto es la promesa de Dios, que nunca deja a sus promesas.
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