Saturday, January 24, 2015

Homilía para el domingo, 25 de enero 2015

Tercer Domingo en el Tiempo Ordinario

Lecturas del día: Jonás 3:1-5, 10; Salmo 25:4-5, 6-7, 8-9; 1 Corintios 7:29-31; Marcos 1:14-20

Readings of the day: Jonah 3:1-5, 10; Psalm 25:4-5, 6-7, 8-9; 1 Corinthians 7:29-31; Mark 1:14-20

Daré esta homilía en la Parroquia San Juan de Dios, Santa Marta, Magdalena, Colombia este fin de semana, y también en Ciénaga, Magdalena, Colombia. This homily will be given this weekend at San Juan de Dios (St. John of God) Parish, Santa Marta, Magdalena, Colombia, and again in Ciénaga, Magdalena, Colombia.




Hermanas y hermanos en Cristo, ¿escuchen cómo nuestras lecturas de hoy tienen un sentido de prisa? Escribiendo su primera carta a los corintios, San Pablo creía probablemente que el mundo iba a terminar; que el reinado de Dios iba a llegar a su plenitud; que Jesucristo iba a regresar a la tierra en nuestro momento culminante de nuestra salvación y de la gloria de Dios.

San Pablo dice claramente en nuestra segunda lectura de hoy, “nos queda poco tiempo.” Prepárense, entonces, con prisa, dice San Pablo; Jesucristo podría llegar de nuevo en cualquier momento. Podemos decir con certitud que San Pablo no tenía razón de cuándo llegará la plenitud del reinado de Dios; digamos el día del Juicio Final. Pero su mensaje es siempre válido: Tengan prisa; prepárense para este día en que Jesucristo vendrá finalmente a nosotros. No podemos saber en qué día pasará esto.

También nuestra primera lectura tiene este mismo sentido de prisa. Dios envía a Jonás a “Nínive, la capital de Asiria,” nación típicamente enemiga de Israel en estos días. Jonás fue enviado por Dios para predicar a los habitantes de Nínive la necesidad de arrepentirse ya, sino Dios iba a aplicar su castigo a ellos. Sabemos de nuestra primera lectura que Nínive era una ciudad muy grande. Aunque Jonás caminaba con prisa, tendría que pasar “tres días para recorrerla.” En su grandeza, Nínive entonces era un poco como es Bogotá hoy, ciudad enorme con sus calles tapadas no de carros (por supuesto), ¿pero (no sé) tal vez de camellos?

Quizás conocemos el resto de la historia de Jonás que no se cuenta en nuestra primera lectura de hoy. La primera vez que Dios lo llamó, Jonás no quería irse a Nínive. Entonces Dios hizo que una ballena se lo tragara. Podemos imaginar que, después de tres días cuando salió Jonás de la ballena, ¡tenía que irse con aún más prisa que si no había negado a irse a Nínive en primer lugar!

Hablando de prisa, el Evangelio de San Marcos podría estar conocido como el “evangelio de la prisa.” Los eventos en la vida de Jesús según San Marcos se siguen con rapidez: “E inmediatamente” Jesús y sus discípulos se fueron para tal lugar, “y enseguida” Jesús hizo tal cosa… Palabras como “inmediatamente” o “y enseguida” son entre las preferidas de San Marcos.

Las escuchamos varias veces en nuestro Evangelio de hoy. Empieza San Marcos: “Después que Juan el Bautista fue entregado”… Jesús no gasta su tiempo. Se dirige “a Galilea y” empieza “a predicar el evangelio de Dios. En medio de predicar, escoge a sus primeros apóstoles, “Simón [Pedro] y… su hermano Andrés.” Les da sin demorar su primera misión: “Síganme, y haré que sean pescadores de hombres.” Y solo “un poco más adelante” Jesús ve a demás pescadores, los hermanos e hijos de Zebedeo, “Santiago…y… Juan.” “Enseguida” estos dos también dejan a sus redes para seguir a Jesús.

Todo pasa muy rápido en el Evangelio de San Marcos, ¡cuyo autor no parece querer darnos tiempo a recobrar nuestro aliento! Hay espiritualidades enteras que nos aconsejan de no estar de prisa; de tomar nuestro tiempo en silencio; en camino con el Señor; en la oración. Vi una película hace varios años sobre San Francisco de Asís (a mí me gusta la espiritualidad franciscana). Una canción en esta película, “Hermano sol, hermana luna,” dice más o menos esto: “Hagan pocas cosas y háganlas bien”; háganlas despacio, conscientemente, y con oración. Es buen consejo a veces para mí, un Basiliano, en la vida en comunidad religiosa.

¿Y conocemos tal vez la historia de la tortuga y del conejo? La tortuga y el conejo se compiten en una carrera. El conejo empieza rápido, pero se cansa aún más rápido y debe tomarse varias pausas. Por eso, y porque la tortuga nunca deja de esforzarse al máximo, la tortuga gana la carrera. Esta historia es otra manera de invitarnos de esforzarnos pero no siempre estar de prisa.

Entonces ¿por qué nuestras lecturas de hoy parecen darnos el mensaje contrario: “¡Vayan… Estén de prisa”?! ¿Quizás estamos invitados a evaluar de nuevo cuales son los puntos centrales de nuestras lecturas de hoy?

El Señor manda a Jonás de irse a Nínive con prisa. Y ¿por qué le necesita irse con prisa? La misión de Jonás es de invitar a los habitantes de Nínive de arrepentirse de sus malas obras ya. Tan confidente es nuestro Dios en el éxito que tendrá Jonás predicando este mensaje de arrepentimiento: “Y con un solo día que la recorrió ese anuncio, los habitantes de Nínive creyeron en Dios, promulgaron un ayuno e hicieron penitencia.” Jonás se fue de prisa para predicar el arrepentimiento a los habitantes de Nínive, y los que entendieron su mensaje se arrepintieron, me parece, con aún más prisa. ¿Estamos dispuestos de arrepentirnos de nuestros pecados; de creer en Dios más plenamente? ¿Estamos dispuestos de refletar nuestra creencia más plena en Dios por nuestras palabras y obras; nuestra manera de vivir los unos con los otros, como hicieron los habitantes de Nínive escuchando a Jonás, no demorándonos pero de prisa?

La primera carta de San Pablo a los corintios dice: “Nos queda poco tiempo.” Bueno, no creo que nuestro universo se acabará en unos días, pero nunca sabemos esto. El punto clave de San Pablo es esto: Que seamos preparados para el fin de los tiempos, cuando Jesucristo vendrá a llevar el reinado de Dios hasta su plenitud; su perfección. No nos preocúpanos de cambiar o mantener acciones o costumbres que no valen la pena cambiar o mantener.

No, estamos invitados por San Pablo a preguntarnos: ¿Cuales son los valores del reinado de Dios según los cuales sería mejor que actuamos? ¿Cómo podemos promover la paz; la justicia; el amor; el respeto para la vida y para toda la creación; la compasión en nuestras familias; en nuestro país; en nuestro mundo? Estos son valores del reinado de Dios. Ojalá que no demoraremos hasta el fin del mundo, que sea hoy, mañana, el martes de la semana entrante, o en unos millones de años, a llevar estos valores del reinado de Dios a nuestro mundo por la manera en que vivimos nuestra fe cristiana.

El Evangelio de San Marcos nos habla con aún más urgencia que el libro de Jonás o la primera carta a los Corintios. Para San Marcos, el reinado de Dios (bien que no todavía en su perfección) no es realidad futura. El reinado de Dios está aquí presente.

“Vuelvan a [Dios] y crean en el Evangelio.” Crean en el reinado de Dios y actúan según lo que creemos. Es un versículo de San Marcos que escucharemos cuando recibimos las cenizas sobre nuestras frentes el día Miércoles de Cenizas.

Pero no tenemos a esperar hasta el Miercoles de Cenizas; hasta la Cuaresma; hasta el fin del mundo para actuar más plenamente según los valores del reinado de Dios. El reinado de Dios está aquí presente. Por nuestras obras y palabras; nuestra manera de vivir cristiana, siguiendo a Jesús, vamos a encontrar este reinado de Dios presente entre nosotros. ¡Vamos; danos prisa!

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