Wednesday, July 8, 2015

Homilía del martes, 7 de julio, 2015– Feria

Martes de la 14a semana en el tiempo ordinario

Lecturas del día: Génesis 32:23-33;  Salmo 17:1b, 2-3, 6-7ab, 8b, 15; Mateo 9:32-38


Dí esta homilía en la capilla de la Iglesia San Miguel, Parroquia Sta. Frances Xavier Cabrini, Rochester (Nueva York).


This homily was given in the chapel of St. Michael's Church, St. Frances Xavier Cabrini Parish, Rochester, NY.

¿Ha sido momentos en nuestras vidas cuando hemos deseado la certitud? ¿Alguna vez han deseado la certitud en su búsqueda de empleo o (cómo yo en este momento) aplicando para estudiar? ¿Cuantas personas aquí han deseado la certitud sobre su salud o la salud de un querido?


Creo que desear la certitud en nuestras vidas es muy natural. La búsqueda de certitud influye sobre nuestra fe. ¿Cuantas personas aquí se han preguntado, o mejor han rezado para que Dios nos ilumina sobre la buena acción o decisión a tomar en tal situación? ¿Cuantas personas aquí serían consoladas si podriamos saber con certitud que sí, un familiar o otro ser amado que ha muerto ya está en el cielo?


Nuestras lecturas de hoy se tratan de nuestra tendencia de buscar; de desear la certitud. Quedando solo cerca del río Yaboc, Jacob lucha contra “un hombre” que llegamos a saber es enviado por Dios. El hombre anónimo deja Jacob, al punto de amanecer, con una cadera dislocada. He amanecido mal de vez en cuando, ¡pero que manera brusco de dispertar a alguien! El hombre con quien lucha Jacob nunca deja saber a Jacob su nombre. Deja a Jacob en su incertitud.


Pero a pesar de su incertitud Jacob se siente de una manera victorioso. ¿Y porqué Jacob se siente victorioso? Queda herido a la cadera. Y el hombre con quién lucha no le revela su nombre pero cambia el nombre de Jacob a Israel, lo que significa “lucha con Dios.” Pero Jacob dice al fin, “He luchado con Dios cara a cara y he quedado con vida.”


Hay aquí palabras de confianza. No sólo lucha Jacob contra el hombre desconocido, pero lucha contra su propia incertitud. Su lucha es verdaderamente una lucha de fe; una lucha con Dios “cara a cara” a través de qué Dios da vida y fortalezca a Jacob; a “Israel,” el luchador con Dios. Y de la misma manera Dios nos invita a confiar en Él; de desear no siempre la certitud pero a encontrar a Dios en medio de nuestra incertitud; nuestros momentos de debilez de cuerpo, de mente, o de alma.


Jesús nos invita en nuestro Evangelio a la misma confianza que llega a tener Jacob en el libro de Génesis. “La multitud” que siga a Jesús al sitio en donde cura a un demonio acepta su invitación a confiar en Él; en su capacidad de curar y sanar a los enfermos. Podemos imaginar que los fariseos que rechazan a Jesús en el Evangelio de hoy estaban buscando de una manera la certitud. La curación del demonio mudo quién empieza a hablar introduzca cuestiones; incertitud a esta situación: ¿De quién ha recibido Jesús el poder curativo: De Dios o de un demonio? ¡Qué desorden introduzca Jesús a este encenario!


Pero es una desorden que cura; que sana si estamos dispuestos a aceptarlo; a encontrar a Dios en medio del desorden; de nuestra incertitud. Dios no garantiza que será fácil o, cómo Jacob, no vamos a ser heridos de vez en cuando. Pero Dios nos invita y nos prometa que nos dará vida si, sobre todo en medio de la incertitud, buscamos con confianza a encontrar y a luchar con Dios “cara a cara.” 


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